Nuestro Colegio

“Educar a la niñez y juventud más pobre y necesitada, no sólo de lo material, sino también de lo académico, espiritual y moral; cuya espiritualidad ilumina el vivir en la presencia de Dios como Padre  Providente, en un confiado y total abandono;  teniendo  como referencia a María, Madre de la Divina Providencia”.

La pedagogía bettiniana está ligada a las enseñanzas de Madre Elena, desde los inicios de la labor educativa de las Hijas de la Divina Providencia.
Madre Elena ha promovido el quehacer educativo con el carisma y espiritualidad bettiniana, que posee como ejes el amor y el método preventivo como forma de anticiparse a los hechos, favoreciendo encuentros de confianza y el espíritu de familia, que es la base de toda transformación de la persona. Nuestro quehacer educativo  en su esencia se  abandona en las manos de Dios Providente.
La única pedagogía es el amor, un amor que previene, que perdona, que anima, que orienta hacia Dios y Madre Elena Bettini no se cansa de repetir a sus hijas de ayer y de siempre: “Enciéndanse de caridad que les haga sentir vivamente los intereses de Dios y del prójimo … Hagan el bien a todos…”
Esta obra educativa invita a colaborar en la formación de niños, niñas jóvenes a laicos, educadores cristianos católicos, viviendo desde la fe su vocación secular en la estructura comunitaria de la institución, impregnados del carisma y la espiritualidad de las Hijas de la Divina Providencia y buscando la imagen lo más cercana posible a la del Maestro, recibiendo de Él su enseñanza y su vida, dando testimonio de su presencia activa en el mundo.
Una de las recomendaciones de Madre Elena que se hace necesario tenerla presente siempre, sobre todo cuando la sociedad vive vertiginosamente y como profesores se cumplen muchos roles, es “desde el inicio esforzarse para lograr autoridad con un comportamiento serio y educado, pero no fingido, con el cuidado en el hablar, en el decidir y en el sancionar con ecuánime justicia y con la firmeza en el exigir lo que prudentemente se había determinado”.

“La labor educativa sería estéril si el alumno exclamará: no soy conocido, no soy comprendido, no soy amado”.